Martina Avila-Jurado

Con profundo pesar, anunciamos el fallecimiento de nuestra Madre y Abuelita Martina Avila-Jurado, de 89 años, nacida el 2 de julio del año 1936 en San Jose de los Baylon, Chihuahua, y fallecida el 12 de agosto de 2025 en Albuquerque, Nuevo México. Le sobreviven 7 hijos, 18 nietos, y 23 bisnietos, pero en realidad, le sobreviven muchos más; Martina trató a todos como parte de su familia. Acepto a todos con ternura y humildad y por lo tanto nos enseñó como amar.

En su 88 cumpleaños, cuando muchos de los primos andaban en la piscina, y ella sentada junto a ellos, alguien le preguntó: abuela, si usted nos pudiera dar un consejo, ¿que sería?

Ella respondió: sean buenas personas. Si nada más, sean buenas personas.

Así vivió la vida.

Así como ella se dedicó a su familia con pasión y profundidad, nosotros nos dedicaremos a su legado. La extrañaremos con dolor y con alegría. Con dolor porque el mundo no será igual sin nuestra matriarca. Y con alegría, porque está descansado en los brazos de Dios en el cielo eternamente. Seguiremos viviendo en sus pasos–con cariño, poquita travesura, y generosidad. Su amor vivirá en este mundo y más allá para siempre. 

With deep sorrow, we announce the passing of our Mother and Grandmother Martina Avila-Jurado, 89 years of age, born on July 2, 1936, in San Jose de los Baylon, Chihuahua, and died on August 12, 2025, in Albuquerque, New Mexico. She is survived by seven children, eighteen grandchildren, and twenty-three great-grandchildren, but in reality, many more. Martina treated everyone as part of her family. She accepted everyone with tenderness and humility and therefore taught us how to love. 

On her 88th birthday, when many of the cousins were hanging out at the pool, and she sat nearby, someone asked her: Grandma, if you could give us one piece of advice, what would it be? 

She replied: Be a good person. If nothing else, be a good person.

That's how she lived her life. 

Just as she dedicated herself to her family with passion and depth, we will dedicate ourselves to her legacy. We will miss her with sorrow and joy. With sorrow because the world will not be the same without our matriarch. And with joy, because she now rests in the arms of God in heaven forever. We will continue to live in her footsteps—with affection, a little mischief, and generosity. Her love will live on in this world and beyond forever.